miércoles, 21 de enero de 2009

Dana y yo


Dana y yo nos encerramos en el baño cuando su marido no está. Dana me mira fijo; hay un cardumen en sus ojos y un río de lava en su vientre.
El mundo fluye allá afuera. Dana revisa mi humedad y presiona mis esfínteres. Pieles envolventes retoman diálogos que comenzaron hace milenios.
Un curioso aire helado se cuela por la cerradura. Dana no quiere pensar; sus peces están nadando por aguas divergentes. La uña retórica camufla visiones prosaicas y pringosos vaticinios.
La catarata de su pelo negro invade mis entrañas. Un gran grito en el mármol subyacente.
Afuera, su marido ha llegado. Abre un paquete de Malboro y lee los policiales en la mesa del comedor.